Se suceden y atropellan,
se abaten y derrumban,
son escombros, ya ceniza,
el pasado es su tumba.
Pasan prestos,
silenciosos,
nadie en ellos repara,
pero cuando una mirada
ávida de imagen fija
se dirige en busca de esos
que se fueron sin chistar
descubre que ya son humo,
esfumados de sus vidas.
Quejosos los añoramos,
ya sólo brindan la brisa
con aroma de recuerdo,
con resquicio de lamento
por haber desperdiciado
el ayer
que yace muerto.
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